Sunday 8 May 2011

Aventuras en dos ruedas

El Reino Unido, este país que contra su voluntad se convirtió en tierra adoptiva para mi. Allí pase 5 años de mi vida, allí he pasado la mayor parte de mi vida adulta, tantos recuerdos y experiencias de este lugar, pero después de haber estado allí por tanto tiempo, me di cuenta que aún no conocía muchos de sus lugares famosos por robarnos el aliento. Así que decidí conocer un poco más esta isla. Primero fui a pegarle una corta visita a Brighton, la primera ciudad donde empecé a vivir de forma independiente sin ataduras familiares. Nunca puedo evitar visitar esta ciudad tan alternativa y no tener uno que otro suspiro que me hace recordar la gente tan especial que conocí allí. Esta vez alcance a pegarle una visita a la señora que me alquiló un cuarto por un buen tiempo, una mujer de Finlandia que por poquito debe tener 90 años y que siempre me apoyo en esos duros días iniciales.

Las ruinas del muelle quemado
Después de esto fue una corta visita a Londres (lugar que se convertiría en mi base de exploración británica en las siguientes semanas) donde me quede con mi gran especial amiga Maria. Siempre es lindo volver a esta ciudad, que como siempre tiene sus encantos.
Maria de malabarista
Extraños en la calle
 También alcance a verme con mis compañeros de trabajo.


Y después de correr de aquí para allí y como siempre tareas de última hora logre conseguir lo que necesitaba para la exploración de esta isla. Una bicicleta y el equipo necesario para un largo viaje en bici. No podía contener mi emoción al ver el gran reto que me había propuesto. Recorrer el Reino Unido desde su punto más al noreste, John O’Groats en Escocia, hasta su punto más al suroeste, Lands End en Cornwall. Tomé un tren super temprano hasta Glasgow y allí me encontré con Collin, un chico que conocí en Laos. Collin fue super amable, me invito a su casa, me dio muchísimo ánimo, hizo un almuerzo exquisito y como si fuera poco me consiguió acomodación en Inverness, la ciudad donde pasaría esa noche. Hasta alcanzamos a darle un vistazo a los jardines botánicos de Glasgow.



Después de tomar un tren a Inverness y pasar una noche allí, tomé otro tren bien temprano Wick, el pueblo más cercano a John O’Groats. El pronóstico del tiempo no pintaba para nada bien, solo prometía lluvia y viento por los siguientes días, pero una vez estando allí no había nada más que hacer que empezar a pedalear. Y así de simple comenzó esta gran aventura. Fue un comienzo difícil, porque había mucho viento y al poco tiempo empezó a lloviznar, llover, más viento y uno que otro rayo de sol que se colaba por las nubes movedizas. Al llegar a John O’Groats sentí un llamado a la aventura, con intrigas de lo que me esperaba en los siguientes 1500 km de camino.
Empieza la aventura
Punto extremo e icónico
La bici y el equipo
Así que seguí pedaleando a pesar de las condiciones climáticas. Rápidamente descubrí los enemigos del ciclista.

1. Vehículos
2. Viento
3. Lluvia
Los vehículos por obvias razones son una pesadilla, esa misma tarde mientras iba por un camino estrecho en medio de aire pesado y húmedo, un tractor me sobre paso lo cual hizo que me metiera en el pasto haciéndome resbalar y terminar con la bicicleta en el piso. Los matorrales que moví en mi caída casi cómica contenían el nido de unos ratones recién nacidos que estaban aturdidos por la sacudida que tan de repente había destruido su sueño. Era algo ilógico, encontrar este tipo de belleza rara en un incidente tan poco placentero. Mi ropa estaba mojada tenía mucho frío, pero esa fue la revelación de que este esta aventura estaría llena de extremos.
En Escocia hay una ley, que hace a los escoceses sentirse orgullos, de que se puede practicar la acampada libre en cualquier lado, teniendo en cuenta algunas reglas. Con esto en mente me dispuse a buscar un lugar donde acampar, lo cual no es tarea fácil ya que muchos lugares tienen cercas o están construidos. La desesperación pudo más al final y con la amenaza del anochecer me metí en una propiedad privada y allí hice mi campo, con la esperanza de que no me hicieran desmontarlo hasta el otro día. Así terminó mi primer día de aventura. Con los músculos adoloridos, con la piel aturdida del frío y con la sensación que solo se recibe al haber hecho una actividad física extenuante.

La mañana siguiente comí algo para cargar baterías, desmonte el campamento con el mayor cuidado de que la bolsa de dormir no se mojara y emprendí viaje. Fue otro día difícil. Con lluvia mucho más fuerte que el día anterior y con viento en contra (siempre parece que el viento esta en contra) haciendo que me esforzara mucho más para mantener buen ritmo. Al medio día la lluvia fría me estaba doblegando y pare para tomar algo caliente en una tienda, pero pasaron 15 minutos hasta que pude mover mis dedos y sacar el dinero del bolsillo debido al frío. Lo peor de todo es que era julio, la mitad del verano!!
Sin embargo por la tarde el clima mejoró un poco y siempre hay una que otra cosa que le de motivación a uno, ya sea una señal curiosa:

El increíble paisaje de las “highlands” de escocia:


 o la vida silvestre que se atraviesa por el camino.




El final el día termino con un viento increíble haciendo que los últimos 10 km fueran interminables. Acampé cerca al mar, en un pueblo llamado Brora, medio escondido cerca de unas casas que brindaban protección del viento marino.

Por la mañana, con mucho viento golpeando, desarme el campamento, lo cual ayudo a mantener la carpa seca. Mientras cargaba la bicicleta una señora se acerco con una bandeja que contenía café, galletas y queso que con mucha dulzura me ofreció. Yo ya había desayunado pero no me pude negar ante semejante muestra de hospitalidad. Ese día fue un día duro de viaje porque el viento era muy fuerte, lo cual hacía que me esforzara mucho más de lo necesario para cubrir los kilómetros. Había quedado de quedarme otra vez con Natalie, la amiga de Collin en Inverness y por eso tenía que cubrir la distancia.
En el camino me tope con unas focas y con sus particulares sonidos.


Llegué a un pueblo llamado Brora en donde tuve un problema mecánico con la bici, mientras caminaba con ella un señor me hizo la charla y cuando menos me di cuenta estaba compartiendo una taza de té en su casa con su esposa. El mismo me ayudo a reparar la rueda con sus herramientas y me regalaron chocolates para el camino. Definitivamente los escoses se pasan de buena gente. Siempre había asumido que todas las personas del Reino Unido tienen una personalidad parecida (las generalizaciones existen por alguna razón) pero a través de este viaje me estaba dando cuenta que hay ciertas características sutiles entre los escoceses e ingleses. Características que le dan un toque aún más especial cuando se recorren estos caminos que llaman a ser explorados.

La pareja que me ofreció onces y me ayudo a arreglar la bici;

Seguí mi camino apreciando el hermoso paisaje que tenía delante mio. Luego de un rato divise una edificación un poco extraña de la cual me hablo el señor que me invitó a su casa. Se trata de una especie de puerta con arcos en la cima de una montaña. Fue construida hace un par de siglos por un señor que hizo riquezas en el exterior y cuando regresó a su tierra natal le dio trabajo a la gente construyendo este edificación inoficiosa.


La obra social inoficiosa
De allá vengo yo

Exhausto me aloje en Inverness y el cansancio físico hizo que cayera como roca en la cama. Al siguiente día partí con condiciones todavía poco favorables. Mucho viento. Más encima la bicicleta tuvo otro daño mecánico y aún más el ciclista tuvo un daño físico. Tanto viento en contra y el nulo entrenamiento que tuve para esta tarea hicieron que mi viejo problema de las rodillas reapareciera. No había sufrido de esto desde que había dejado de trabajar hacía ya un año atrás, pero la condición nunca se curó y el sobre esfuerzo que puse en la rodilla para cumplir con las metas impuestas hicieron que regresara de forma muy dolorosa. Fue una decepción muy tenaz, porque mentalmente yo podía seguir, pero cada vez que trataba de poner algo de esfuerzo sobre el pedal el dolor me alertaba de no seguir y el miedo a causar un daño permanente inundo mi cabeza. Ese día, después de 39 km, pare la marcha y acampe cerca de las cascadas de Foyers, en la punta noreste del lago Ness (hogar de la super conocida monstruo).



Me tomé el siguiente día libre para descansar la rodilla, leí, visite las cascadas y escuche como las horas pasaban bajo el goteo de la carpa. No podía pasar mucho tiempo fuera de la carpa ya que habían demasiadas moscas que me fastidiaban a toda hora además de los “midges”, unos insectos diminutos que pican sin consideración y que son la pesadilla de las acampadas en Escocia. Fue un día duro y largo. Pero antes al salir a lavarme los dientes al atardecer, tuve una visita de unos venados que merodeaban cerca a mi carpa en medio del rocío y la niebla que se avecinaba. Fue una sorpresa muy agradable que me dejo con una sonrisa antes de ir a dormir.


Algo mejor de la rodilla decidí continuar, era una batalla dura, no solo física y contra el dolor sino mental ya que no podía aceptar el hecho de que no podría continuar. El clima mejoró mucho, y tratando de subir una loma la rodilla se rindió y toco terminarla a pie, pero la vista en la cima era increíble.


Después de eso era cuesta abajo, así que gracias a la fuerza de gravedad seguí el camino. Así llegue a un monumento dedicado a los “rangers” que fueron soldados especializados para misiones complicadas. Ellos fueron entrenados aquí en las montañas de Escocia en pleno invierno, lo cual me hacía dar escalofríos de solo pensar lo que habrán vivido estos hombres.

Una de los aspectos necesarios para un reto de esfuerzo físico es la necesidad de consumir suficiente energía para que le cuerpo la queme. Así que gran parte del viaje comí sanduches de pan con miel o mermelada. La miel o mermelada me brindaba energía inmediata, mientras que el pan me cargaba con carbohidratos que serían consumidos una vez la glucosa del azúcar fuese extinguida por mis músculos. Puede parecer tediosa y aburrida esta dieta, pero era algo que mi cuerpo me pedía además de que era lo que mi bolsillo podía proveer.


La dieta extrema del mochilero 
La batalla mental continuaba pero el miedo y la realidad de lastimar mi rodilla seriamente sobrepaso mi ímpetu de aventura. Cuando llegué a un pueblo llamado Fort Augustus decidí no culminar el viaje hasta Cornwall. Allí, de frente al extremo suroeste del Lago Ness, decidí que era lo mejor a largo plazo, fue un poco duro dejar esta meta, pero mirando las circunstancias, era demasiado ambicioso de mi pretender mantener un ritmo de 100km al día, con absolutamente nada de entrenamiento y con una bicicleta que compré el día anterior a mi partida en una tienda de dudosa reputación. Aún así, tenía la gran satisfacción de haberlo intentado y de haber podido vivir tantas experiencias en tan corto tiempo.
Una vez hecho esto, seguí en la bici, pero ya no con el paso frenético que tenía antes, así poco a poco llegue a Fort William, pueblo famoso por estar muy cerca a la montaña más alta del Reino Unido, Ben Nevis.
Mi primer día en Fort William estuvo acompañado de lluvia, pero según el pronóstico climático el siguiente día sería seco, así que espere mientras exploraba la ciudad y quemaba tiempo leyendo.
A la siguiente mañana, muy temprano me desperté y un cielo sin nubes me saludo, decidí empacar la carpa que aún estaba mojada a causa del rocío, al entrar en contacto con el agua del rocío mis dedos se pusieran rojos del frío trayendo consigo un dolor característico al cual mi cuerpo no podía acostumbrarse; en medio de esta tortura que me estaba auto infligiendo me pregunte porque me hacía esto. Por que me tenía que levantar a las 5 am para hacer que mis manos dolieran hasta las muñecas? Por qué obligaba a mi cuerpo a seguir aún cuando me decía que no lo hicera? por qué? Ahí mismo tuve la respuesta, lo hacía para sentirme vivo, para sentir la satisfacción de regocijo luego de pasar por tantas situaciones indeseables. Y al levantar la mirada y ver como las nubes abrazaban las montañas y al respirar el aire fresco de la mañana sabía que estaba vivo y me sentía muy vivo y feliz.

Fort William lluvioso 
Esta vista hermosa me saludo al despertarme

Ese día subí Ben Nevis, apreciando las maravillosas vistas que ofrecía. El último tramo fue bastante duro, porque eran solo rocas que no estaban fijas. El clima me sonrió y tuve vistas espectaculares La bajada fue más dolorosa aún y el esfuerzo que puse en mi rodilla hizo que se inflamara mucho, así que esa tarde toco volver a armar el campamento y descansar mientras llegaba el siguiente día. En el trayecto de bajada conocí un par de chicos franceses muy buena gente que me ofrecieron un bastón. Luego de esto fuimos al río y nos pegamos un baño necesario.

Buen pronóstico del tiempo



Desde Ben Nevis






Tomé el tren hasta Helensburg, donde me encontré con Collin que me llevo a casa de sus padres y me ofreció grandes gestos de hospitalidad. Esa noche fuimos de campamento en la caravana de sus padres y con fogata y guitarra pasamos una noche super agradable.




En Escocia hay una bebida que se llama Irn Bru que yo nunca había probado, pero que no pude dejar de tomar ya que su sabor es bastante similar a la gaseosa “colombiana” que es símbolo de identidad de Colombia. Es más hasta hay helado con sabor a Irn Bru y no sabe tan mal.

Al siguiente día me llevó hasta casa de su novia situada en Dunnon al lado del mar, tenía unas vistas increíbles además de que la casa era un mini castillo. Allí hicieron una mini fiesta-reunión donde fui testigo una vez más de la grandiosa hospitalidad y amigabilidad de los escoses. Fue una noche muy especial, además de que había un jacuzzi que ayudaba a la recuperación de mis extremidades.


Vista desde el mini castillo


 
 Collin
 No tengo palabras para expresar mi gratitud hacia Collin y lo bien que me atendió como su huésped. Solo espero poder hacer lo mismo por alguien más en el futuro.

Luego de este pequeño descanso, decidí andar un poco más en bici. Esta vez alcance a llegar hasta el lago Lomond. Había un considerable número de gente caminando a lo largo del lago y es que es parte del camino llamado “West Highland Walk”, uno de los más famosos de Escocia que comienza en Glasgow y termina en Fort William, al lado de Ben Nevis. Para variar el clima escoces no me ayudo y subí el monte Lomond con una neblina increíble acompañado por esporádicas duchas de aguas fría. Una vez más perdí el sentido del tacto en mis manos. De vez en cuando el viento frío movía la niebla lo suficiente para pegarle un vistazo corto al escenario, que era muy lindo cuando se podía ver.
De vuelta en el camino
Ganado típico de Escocia 


En medio de esa nube esta la cima del monte Lomond


Esta vista no duraba más de un minuto.

La bici descansando en el lago Lomond



Terminé el viaje en bicicleta, pedaleando hasta la casa de Collin en Glasgow.

Es bien sabido que los acentos del Reino Unido son muy variados, y que entre más al norte se vaya, más difícil es entenderles. Pues yo me sentía en la gloria porque les había entendido a todos muy bien, desde a la gente a la que le pedía indicaciones hasta los extraños con los que entablaba conversaciones en el campo. Pero esa última noche mi felicidad fue destruida al no poder entender más del 30 % de las conversaciones que tenía Collin y sus amigos.
No tan temprano en la mañana tome mi maleta y le dí mi bici a Collin y tomé un bus que me llevó a Londres.
Había escrito varias estadísticas de esta aventura, velocidad máxima diaria, cantidad de casualidades vistas y otras cosas varias pero lastimosamente perdí el cuaderno donde las tenía escritas.
Lo único que me quedo la distancia total de aproximadamente 600 km además de recuerdos que aún recuerdo vividamente que me hacen sentir vivo y feliz.
555 km

La próxima vez utilizare la grande

1 comment:

  1. Julian, Sigue siuendo tan grato y tan mágico leer sus textos, tal como hace casi dos años desde que nos despedimos..

    ..Luego de leer esta última entrega, me quedó la duda.. Bueno realmente donde está? cuando ocurrió esta aventura?

    Le mando un abrazo, muuucha suerte y fortaleza!

    Saludos

    Herwin Cajamarca

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