Thursday 3 February 2011

No más Asia

Dormir en aviones es bien complicado, si estas de buenas no te toco una silla central con un enorme tipo que se desborda en tu asiento por un lado y otro tipo con alguna tos extraña al cual quieres evitar pero no puedes. Afortunadamente esta no fue mi situación en ese viaje que marcaba el fin de una época extraordinaria de mi vida, y daba comienzo a una que iba a ser de cierta forma mucho mejor, pero eso yo aún no lo sabía.

Me desperté con mucho cansancio y con un dolor de espalda de no haber dormido bien (a pesar de tanto tiempo en transporte público mi cuerpo aún no se ha acostumbrado) y hable un buen rato con mi compañero de puesto, un portugués super buena gente, hasta que llegamos a Londres Stansted, aquel aeropuerto que ha sido testigo de mis múltiples escapadas cuando trataba de buscar un poco de color fuera de esta isla opaca y gris.  

Al llegar al Reino Unido por sus aires pude observar como la capa de nubes grises que siempre la acompañan estaban listas para darme la bienvenida, mientras que en mi mente miles de pensamientos incoherentes daban  vueltas y retumbaban en mi cabeza.  
Pagué por mi pasaje en bus a la ciudad y de repente ya he gastado más dinero de lo que hubiera gastado en un día en Asia, de verdad que van a ser retadores los próximos meses, no llevaba ni 50 segundos en el bus y me regañaron por estar comiendo, realmente ya no estoy en Asia donde cosas así no tienen gran importancia gracias a la sumisión de los Asiáticos.

Impresión de regreso
 De camino al centro de a ciudad, la triste realidad se acerca cada vez más y más a mi, la organización, los colores pálidos, la gente con cara de furia y miseria son más frecuentes, gran parte de las personas perdiendo su vida viendo frente a una pequeña pantalla, escribiendo mensajes de texto o actualizandose en chismes.  Llegué a la ciudad, empezó a llover y todo parecía derretirse en tonos grises, me monté en otro bus que me llevaría a casa de una muy buena amiga que vive en Londres.  Maria no estaría en casa pero sus compañeros de abrirían la puerta y me dejarían poder escapar a este choque que me estaba atropellando sin compasión.  Al golpear en la puerta que se me hacía familiar, me preguntaba cuando fue la última vez que estaba frente a ella, la puerta se abrió y antes de subir las escaleras escuché una dulce voz que resonó en mi cabeza como la esperanza de alguien ahogándose al ver un barco salvavidas, era la voz de Maria que me sorprendió al trabajar desde casa, lo siguiente que recuerdo fue estar en sus brazos y apretar muy fuerte, sintiendo como las angustias cedían ante la enorme energía que estaba siendo trasmitida hacía mí, escuchando su sonrisa y sus dulces palabras de bienvenida que suavizaban este golpe que parecía querer abatirme. De repente fue obvio para mí, había regresado a un lugar en donde tengo gente que aprecio y que me aprecia, donde la diferencia cultural no es tan abismal ni tampoco hay gran barrera idiomática y en donde de alguna manera sabía como jugar con el sistema. 

Después de esto nos dedicamos a hablar mucho, yo a dormir un poco y luego fuimos por una cena colombiana que resulto bastante buena sobre todo por a buena compañía.  
Esa noche no dormí mucho por estar echando chisme, pero lo poco que dormí fue profundo y tranquilo, gracias a la espectacular e inesperada bienvenida que Maria se encargo de darme, muy sencilla y honesta, tal y como es ella, tal y como soy yo.

Los siguientes días me la pase explorando Londres y sus hermosas calles, esta bella Londres que es una de mis ciudades favoritas en Europa, con su imponente e única arquitectura, con su increíble mezcla cosmopolita y con sus recovecos en los que tanto me gusta perderme, además de hacer varias vueltas que debía realizar.  Una de las formas en que exploré esta capital del mundo fue en bicicleta, como me gusta tanto, ya que se puede explorar pequeños detalles que se pierden en bus o metro además de que muchas veces es más rápido.  También aproveche para ver dos museos que nunca había podido ver antes por horarios laborales, el museo del banco de Inglaterra (donde lo más interesante fue sostener un pesado lingote de oro) y la librería masónica (con su innumerable colección de libros antiguos).  




Puente de la torre de Londres, hermoso como siempre




lo que quedó de mi guía de viajes.
Estos días pasaron bastante rápido, de asado en asado y de comida en comida, todas ellas bien charladas.  El último día lo pase con Maria y otra buena amiga que se llama Ingrid mientras procrastinamos una invitación a otra barbacoa.  Al final terminamos llegando a la dichosa fiesta a la 1 am para luego partir a las 2 am, yo con equipaje en mano seguí directo a aeropuerto para tomar otro vuelo asquerosamente temprano que me llevaría hasta Venecia Treviso; otro aeropuerto que me ha visto un buen número de veces mientras escapaba de las islas británicas en busca de un poco de amor y cariño familiar.